Notas sobre psicología junguiana y psicoastrología
Si no tuviéramos integrado un concepto de «sentimiento existencial», de ser únicos, de ser individuos, no tendríamos lucha con la idea y dilucidar si hay un Dios, muchos Dioses o ninguno; la propia conciencia de estar sujeto a «un sujeto» seguramente es lo que nos lleva a esa interrogante que sostenemos todos los humanos de si existe algo mayor que nuestro mundo (tal como lo conocemos) o sencillamente “esto es lo que hay” (que sería la posición atea, inevitablemente materialista, aunque a mi modo de ver respetable).
Pero hay tantos síntomas de que somos «parte de algo» (en tanto individuos, no sólo en lo colectivo referente a nuestra naturaleza humana y vital) que esta «toma de conciencia de nuestra individualidad» se presenta como un viaje heroico para individuar una semilla que ha de madurar… esto es algo más que una intuición para mí. Cada uno tiene que encontrar su camino para comprenderlo. A su modo. Es el sentido trascendente de nuestra vida esencial lo que está presente en ello (las religiones se originaron para difundir esta tarea humana, pero ya sabemos que los mensajes se volvieron confusos con el pasar del tiempo).
Si consideramos que estamos en la vida por puros movimientos energéticos de una masa indefinida que se originó casualmente, supongo que lo que hacemos es cerrar el libro y no cuestionarnos más sobre nosotros mismos; y como esta realidad es movimiento (espacio-tiempo, leyes físicas, etc.) vivimos enfocados en el mundo externo, sujetos a todo lo que nos arrastra (sin saber que, además, somos nosotros mismos los que movemos ese mundo desde nuestro inconsciente) y estaremos sumergidos en «la proyección» de nuestras creencias… ¿por qué?, porque en esa postura no cuestionamos que existe un origen “con un sentido”.
Despertar la conciencia de «un observador» de esas proyecciones, nos hace plantearnos quienes somos, darnos cuenta de que somos «individuales»; como argumenta Sartre en sus escritos sobre la libertad humana. Pero no creo que esto signifique que vivimos encerrados en un «yo», ni darnos vergüenza como dice este pensador con su «falso realismo»; podría ser al contrario, que nos de alegría saber que otros están igual de conflictuados o buscando realizarse; como los niños perdidos, buscando su paraíso. Si no “supiéramos” intuitivamente que provenimos de algo magnífico y completo, no existiría la alegría y el sentimiento de felicidad; eso lo buscamos instintivamente; lo busca nuestro cuerpo y nuestra alma).
Todo lo que nos circunda está afectado por la visión que tenemos de ello, y nos plantea la cuestión de elegir, nos permite hacernos conscientes de la subjetividad de nuestros sentidos físicos, de nuestras ideas elaboradas en un hilo conducente que tal vez nunca fue (en el pasado) realmente lo que damos por hecho que fue, porque la memoria es selectiva, porque proyectamos nuestras creencias y vemos lo que estamos preparados para ver; como si dijéramos: tenemos un programa que nos permite realizar determinadas ecuaciones, pero es limitado. Tenemos muy escasa libertad dentro de ese programa (nuestro mundo físico-material, nuestros mapas mentales, nuestra concepción racional de la realidad). Cuando comprendes que tu “actitud”, tu postura o mapas metales hacen que “el otro” reaccione ante ti de una determinada manera, la cosa es mucho más interesante que lo que plantea Sartre y su existencialismo; la verdadera libertad es comprender que somos creadores de nuestro mundo y con ese “despertar” comienza una relación con “el otro” muy diferente: en general nos encaminamos a amar la vida y a los otros (y a profundizar en la autoestima y comprender más a fondo “el libre albedrío”).
Algunas personas piensan que el mundo no puede cambiarse (algo así como si estuviera condenado a algo -por lo general bastante triste y horrible-) quizá no quieren plantearse ciertas cuestiones sobre su propia individualidad: concebir si pueden trascender su pasado, cambiar sus planteamientos ante las cosas, depurar contenidos vitales, auto cuestionarse realmente a sí mismos… las emociones y juicios imprimen una intención en el inconsciente colectivo, programan un devenir (esa onda expansiva también alcanza a otros, en tanto ellos no sean responsables de su propia vida y experiencias; de igual forma ellos influyen «en tu campo» si no se despierta «el observador sin juicio» en tí.
Afirmar todo esto se sustenta en comprender un cierto tipo de evidencias de «por qué la vida funciona así» (Leyes de polaridad y todo lo que en la Astrología se constata) y es en realidad lo que pretenden transmitir con su enseñanza todas las corrientes espirituales humanas; a veces no se comprenden esas escuelas por los lenguajes arcanos con los que se transmiten esas evidencias, pero ciertamente todo esto es «traducible». En eso estamos.